domingo, 13 de abril de 2008

Mami: misoginia y otros placeres

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El martes 8 de abril la Casa Museo López Portillo inauguró
una nueva exposición de instalaciones y arte-objeto. Con el nombre de Mami, misoginia y otros placeres, esta primera colección de Juan Pedro Delgado, conformada por quince piezas de distinto formato y técnicas, busca confrontar la misoginia del lenguaje cotidiano entre los hombres, visualizada a través de objetos concretos que remiten al carácter utilitario de la sexualidad femenina o el reclamo masculino sobre el comportamiento de las mujeres. Con un tono lúdico y humor negro, reflexionando a través de la rudeza de la representación, Mami es un experimento semiótico, sociológico y estético sobre expresiones lingüísticas vinculadas con el machismo y su recurrencia por la penetración y la mujer como objeto. Se trata en su mayoría de piezas conceptuales con un mínimo de detalles o formas orgánicas que trabajan la tensión entre la frialdad del metal sin tratar, un material con una carga de violencia simbólica, y el uso de colores intensos y básicos que remiten a la infancia.
Mami, misoginia y otros placeres se presentará del 8 al 30 de abril en la Galería Gabriel Flores. El ingreso es libre. Aquí te presentamos el texto de sala, imágenes de algunas piezas y fotos de la inauguración.
Hoja de sala

Desconozco hasta qué grado soy un amigo de las vaginas como lo define cierto monólogo de Eve Ensler. Pero aquí, en confianza, te digo que me siento más seguro en y entre ellas.
Llevo años conciente del carácter misógino de mi lenguaje, de esta supremacía fálica de mis palabras. Tantas bromas entre los varones, tanto imaginario, tantas replicaciones de nuestra falta de tacto. Es tan cotidiano que apenas lo percibimos: fácil, zorra, mosca muerta, mamacita. Lo hacemos porque las deseamos, les tememos, nos desilusionan el morbo, les huimos la valentía, fantaseamos con no entenderlas. Sabemos acerca del poder de convocar poder sobre (dentro de) ellas. Dominamos nuestras palabras alrededor del falo y dominamos el lenguaje alrededor de sus vulvas. Cuando una mujer las domina se le trata de puta, sucia, casquivana y cascos ligeros (que no es lo mismo).

Afirma Certeau que tomar la palabra construye un espacio simbólico desde dónde defenderse, pero la mayor parte de mis amigas guardan en silencio las posibilidades lúdicas de su propia misoginia y se escudan en su vergüenza, su sentido de buen gusto, la opacidad de la costumbre. Pero no es el mismo “coño” el que menciona con descuido un hombre que el que convoca con seguridad mi hermana o mi madre. Si los hombres nos desdoblamos y el pene es un compañero al que halagamos y maldecimos, la sexualidad femenina debería tomar poder (mi ingenuidad me impide ver si ya lo han hecho) a través de la domesticación de nuestras propias frases peyorativas: pescado, agujero, bollo: Leviatán, Maelstrom, ostia carnosa. Al enojarse con nuestra miopía sólo alborotan el lado infantil donde el que se caldea pierde. Olvidan que, en el fondo, cuando trascendemos el carácter utilitario, somos púberes pasmados y arrodillados ante una bestia sagrada de la que renegamos por su hermetismo. En este sentido, esta exposición es una provocación y una invitación, pero también un juego de niños de representar visualmente nuestra ofensa/ignorancia/temor. Ambiciono sobre todo una mitología desde lo femenino que confronte el bastón de mando, el obelisco, la erección: los giros de Charybdis, los dientes de Escila, el horno del alquimista, la vagina dentada. Un campo de batalla discursivo donde circundar tenga tanto valor como penetrar: que me digas “yo te cubro, soy el papel que envuelve tu piedra: he ganado por el momento”. Me afano en que me digas, “si me ofendes de nuevo te muerdo con arrogancia”.
Juan Pedro Delgado, Abril 2008

Siempre te haces la difícil (2008)

Acompañando los textos: Adverso de la invitación, Nueve zorras (2008) y Mosca muerta (2008)

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